marzo 26, 2009

Buena muerte

Supone Ross que un día morirá. No le aterra la idea de exhalar por última vez un día soleado o nublado, eso no le importa. Eso podría ocurrir de miles de maneras: accidentales, causadas por el hombre o naturales. Sabé que un día así será.

Pasará un día de febrero, octubre o diciembre aunque si le dan a elegir él prefiere que sea en agosto, el mismo mes que le vió abrir los ojos. Y es que le gusta cerrar los ciclos perfectamente y, aunque no es muy puntual, le gustaría serlo para su última cita. No es que la Muerte vaya a ser indulgente con él por acudir al día y hora pactada. Simplemente le gustaría tener un buen detalle con ella.

Llegado el momento lo aceptará tranquilo y sin reclamos lastimeros. Fallecerá con dignidad y, si puede, mientras fuma un Marlboro rojo. Sabrá entonces que bien valió la pena vivir la vida como lo hizo y no extrañará a nadie, ni a su familia, ni amigos ni a sus mascotas. Algún día los veré, dice.

Lo que a Ross preocupa es lo que pase después en este plano existencial. No tanto el llanto de sus seres queridos que no escuchará, ni los abrazos a su cuerpo que no sentirá, ni las flores que jamás olerá. Le preocupa su recuerdo o, mejor dicho, el recuerdo que los demás tengan de él y por eso hace una lista de cosas que le gustaría hicieran en su nombre y memoria:

Primero, y antes que nada, quiere ser enterrado en un ataúd de madera. Odiaría viajar al Más Allá en una barca de frío metal, dice.

En segundo lugar le gustaría que cada aniversario de su muerte quienes lo quisieron escuchen una canción. Para tal fin eligió Moonlight serenade de Glenn Miller. Así cuando la escuchen en otros lugares y otras fechas me recordarán, dice.

Su tercer deseo es que a su tumba no lleven flores. Prefiere manojos de albahaca, yerbabuena y hojas de mandarina, son más baratos y de olor tan penetrante que seguro llegará hasta donde esté. Así cuando esos aromas lleguen a sus narices se acordarán de mí, dice.

Para su cuarta voluntad, Ross quiere que sigan celebrando su cumpleaños. Así cada 12 de agosto familiares y amigos suyos se reunirán en torno a una mesa con abundantes platos de pasta, kilos de carnitas, centenares de camarones, enormes porciones de chongos zamoranos y litros de café, cerveza, vino y una copita de absenta para que recuerden el verde de sus ojos, dice.
En último lugar, pide una cajetilla de Marlboro rojo cada 1 de noviembre. Una vela bastará para encender sus cigarros. Le gustaría también un vaso de agua pues tendrá sed después de bailar la Danse macabre, dice.

Lo demás no le importa, son asuntos de vivos que a los muertos no nos atañen, dice.

4 comentarios:

  1. A hueeeevo...en mi casa, vivo o muerto tendrás siempre un vaso de agua (o refresco, que va incluido en el menú ejecutivo), una comida exótica (y regularmente muuuuuy abundante, en cantidad y en grasas), cigarros como para tirarle los dientes a un cubano, alcohol como para desmayar a un cosaco y música....bueeeno...es algo más de lo mucho en lo que coincidimos, por lo que no creo que haya borlote con eso...por lo demás...ya sabes...no importa la fecha, conmigo siempre hay fiesta...

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  2. reconfortante ver tu conciencia ecologica y ahorradora en esto de tu muerte pelona, no se si sea puntual o rigurosa o las dos cosas, lo único que sé es que corremos el riesgo que renazcas en una planta de albahaca o en una redonda y jugosa mandarina,que importa¡ seré la mariposa que revuele cerca, siempre muy cerca de ti... ah, despues de la fiesta que organice el de aqui arriba.

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  3. Ross, está más difícil mantenerte contento una vez muerto que ahora.

    ¿Por qué tanta preocupación por tu memoria?

    Tienes delírio de faraón... ¡Megalómano!

    Octavio Cisneros

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  4. Pero eso va a ser dónde?... porque ir a un funeral hasta Yucatán qué hueva!!!

    Mejor vente a morir aquí carnal

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