El sudor le escurría por todos los poros de la piel. Rossette leía correos y usaba mensajeros instantáneos para enterarse de la vida que dejó a más de mil 500 kilómetros de Mérida, en el DF.
Escribía frenéticamente para decirle a sus amigos sus últimas voluntades. Sabía que le quedaba poco tiempo de vida. Encontrarían su cadáver seco, como pasa.
marzo 28, 2009
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